viernes, diciembre 30, 2005

"¡Ahí no más!"

Final de cumbia, última hoja en el calendario:
no hay balance, sólo vida que pasa, trenes, pequeños viajes, algunos amores, mucha amistad, hijos compañeros, menos lloriqueos, en baja las penas, visitas ilustres, planes infinitos, dificultades gástricas, sexo ocasional, fuertes emociones, familia siempre, pueblo Hospital, dinamismo laboral, y al carajo lo banal... tal cual. Feliz año 2006. He dicho.

miércoles, diciembre 28, 2005

Será una sentencia? El inevitable encuentro con lo que sabemos pasará, tarde o temprano? La recogida, el viaje, mirar marrón?
Mientras, suceden cosas: aplaudo poemas de jovenes sensibles que escriben bellas bienvenidas a retoños en viaje, contesto llamadas de mujeres que ya fueron, recibo caricias que agradezco, ojitos de carbón, manitos de algodón; abrazo a mis hijos a la distancia, felicitándolos por estar lejos de aquí, de mis males estomacales y dolores en los pies.; despido a una buena amiga que también decide largarse, aunque sea por pocos días, "jajajajaja" leo su risa estruendosa que se estrella contra mi palabra afiebrada en nuestro diálogo virtual.
Y miro por la ventana, y de reojo el reloj, que no es de arena, sino de astilllas que se clavan cada cierto rato en mi impaciencia por partir, dejar la silla - sólo por hoy - para recuperar la cama y mis sábanas de muchos días, cerrar los ojos, y descansar, tan solo eso, echar mis huesos sobre la espuma de resortes oxidados, y descansar, tan solo eso. Y luego, despertar, nada más.

lunes, diciembre 19, 2005

Infiel

Doy vuelta la página
y no es fácil seguir haciendo poesía.
Caen sobre mí, retratos del pasado,
se me moja la mejilla izquierda,
me hace falta, todavía,
la inspiración que tienen
las estrellas para parecer tan cerca.

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Se trata de conservar el azul tanto como el verde.
Albergar la combinación sensual de tu boca y la mía.
Almacenar las caricias, repartir las miradas
con equidad india, las justas medidas del placer.
Despacio, se supone, llegaremos empatados
a perder el pelo por el goce.

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Quisiera abrigarme, aquí cerca, adentro de tu casa.
Escuchar, por primera vez, el sonido extraño
de una máquina del tiempo, que pudiera
transportarnos hacia El Reino de lo justo,
de lo bello y lo feliz.
Mis desvelos eternos, quizás tengan su explicación
cuando intento, en vano, apoderarme de mi propio
paso por la vida.
Estrujo relojes, pavimento el camino con agua,
abro el desierto y quisiera a ratos,
golpear la puerta de una selva infinita,
donde estés esperándome con un corazón nuevo.
Quisiera, al partir, dejarte encima del velador
la hoja del árbol donde te estaré aguardando:
la dirección de mis sueños.




(Primavera de 1996).

Perder


Un remolino de origen desconocido,
cruzó la arteria en donde estabas
preguntándote si era necesario
seguir viviendo.

Luego, rompiste en llantos,
mientras mi nube te abrazaba.

Pronto, serpenteó el camino,
se hizo humo, cogió el adiós,
se alejó para siempre.


(Primavera de 1996).

Santiago


Santiago, aunque no lo creamos, tiene cierto aroma.
Aroma a lejanía, a colegiala uniformada, a mote con huesillos, algunas veces a durazno y cuando queremos, huele a agitada melancolía, a poderosa añoranza del pasado.
En Santiago, podemos jugar a buscar el viento, a descubrir el amor o a conversar de fútbol con un viejo-viejo habitante de esta capital. Santiago, también, huele a vino bueno, malo y no tanto y podemos dibujar con el dedo sobre una servilleta de bar o sobre tu espalda aceituna.
En Santiago, todavía se puede hacer poesía y lo que es mejor, todavía se practica el amor en los parques llenos de gente.
Santiago, además, tiene nombre de amigo.
Santiago no ha renunciado a la primavera.
Santiago es fragancia de la tierra.
Y cuando pasas por Santiago, la ciudad también se perfuma un poco de tí, de tus ojos oscuros, de tu caricia sincera, de tus miedos viajeros.

Primavera de 1996.

viernes, diciembre 02, 2005

Delirium TREN


I

No hay sentido de lo humano.
Lo que hay, lo amo.
No es fácil leer de corrido,
arriba de un tren, un bus,
cuando al lado, sin permiso,
ni quien vive, habla la vieja
de NUNCA MÁS.

II

Corta boletos, tos sobre mí,
toda la humanidad en este carril,
carro,
tren,
andén,
amén...

III

El mundo abierto es de mentira,
cuando ella,
casi dormida, me mira perpleja,
y no hay manera de sacarle una sonrisa.
Sólo bosteza.

IV

Tose el huevón
¿hasta cuándo doctor?
Que se baje el huevón
¿hasta cuándo Mi Lord?


FIN