martes, mayo 23, 2006

Ahora sí el Invierno

Y los pingüinos trajeron de vuelta la extraviada estación del frío, la lluvia, los días más cortos, el gris de la muerte con su cortina de humo, tapando cordilleras y vírgenes; las sopaipillas retornaron a sus esquinas de siempre, guardamos la ropa liviana, a cambio de mucha lana y piel. Se encienden las estufas, la luz se prende más temprano y la boleta nos llega con un sobre cargo que duele. Es el invierno. Decidido, aunque seco todavía, mis huesos lo reconocen y rechazan. Extraño la poca ropa, la excitación que me provoca el sol, la luz eterna, las minifaldas de ciertas pantorrillas, la lágrima de sudor que se resbala por el esternón abajo, hasta tu sabes donde.
Vuelve el invierno en azul marino, los estudiantes secundarios colman las calles, se toman sus liceos, hay fiebre de dignidad en Chile. Me conmueve saber que no todo está perdido, que lo que no hicimos nosotros, podrán hacerlo mi hija y sus compañeros, la generación de la democracia. Llegó el invierno, y ya no me disgusta tanto. Puedo soportarlo, sabiendo que nuestros hijos no dejarán que se imponga esta realidad tan charcha. Que venga el frío, ya no le temo.

miércoles, mayo 03, 2006

La capacidad.

Sorpresa,
la adivinanza dicha en la cocina helada,
tus lágrimas de siempre que caen en la taza sin azúcar del té de toda la vida,
el gesto, la posición oblicua de mi mirada, el rictus,
el rasgo,
el riesgo
de sentir ganas de perdonar.
De abrazar las olas del mar,
responder al acertijo murmurando onomatopeyas,
(qué palabra más fea, como enfermedad, pobreza, codo),
esperando en la noche la hora de la entrega,
buscando a tientas las pastillitas, blanquitas como calzoncitos,
"qué estoy haciendo huevón", exclamo.
Me saluda la desconocida en su linda casa chica pero con luz, y los ojitos de sus hijas me miran (¿tendrán un papá capaz de buscar pastillitas?), no son mías me digo, pero podrían serlo, para eso estamos, cabrón.
Con la vergüenza de mi mal aliento, tufo piscolero, tomo las pastillitas, agradezco y salgo.
Ahora, en el fondo de mi maletín que llevo siempre, laten los corazones blancos de la mierda que tendrá que tomarse mañana, para seguir viviendo la tierna pesadilla que hemos elegido.

lunes, mayo 01, 2006

1º de Mayo

En la plaza de Buín, hay un tipo en silla de ruedas, con gorra de acomodador de autos, que empuja su vehículo con el pie, en reversa, mirando atento por el retrovisor. No es una imagen común. Tampoco lo es, deambular una mañana de mayo, manos en los bolsillos, resaca a cuestas, silueta encogida, hambre, sueño y sed, por las calles de esta comuna progresista (como reza el eslogan de la I. Municipalidad). La culpa la tiene el 4to Malón Guachaca celebrado anoche, adonde fui invitado por mi padre, por amor filial primero, y hermandad de botellas después. Como era de prever, ni la chicha ni el chancho faltaron, tampoco la pierna suave, ni las caderas generosas de nuestras guachacas queridas, y era qué no, ni el combo siempre dispuesto, ni la añiñá de choro fiero. Pese a todo, nada hubo que lamentar, salvo, tal vez, lo poco guachaca del "chou", mucha Polinesia, mucho Chiloe, poca guitarra rasgada, escasa acordeón, ni un solo poeta perdido en su delirio de metáforas. Pero no se trata esto, de una crítica de espectáculos. Sólo quería retratar este 1º de mayo poco convencional. Lunes de inválidos que caminan, de inviernos con sol, de feriado sin hijos por unas horas, día del trabajador sin marcha por la Alameda. Una mañana en Buín, al norte de Angosturas, al sur de Extremadura, despertando de a poco, mientras escucho a mi viejo querido haciendo su programa especial en la radio de esta comuna. Una linda coincidencia cursi: suena al aire "Con una pala y un sombrero". Para él, mi padre, y para todos los trabajadores, un abrazo encañado pero sincero. Lo siento, pero me llama la sed. Es hora de componerla, mientras se pueda todavía.