domingo, agosto 23, 2009

Confesión a lo Romerito.

Con algo de pudor, pero convencidísimo y sin dudas ni remilgos, me declaro enamorado.
No hay nada que hacer, es un hecho: sobrevolaron tus mariposas mi corazón henchido y allí están, inmortales, al calor de nuestro amor incandescente.

miércoles, agosto 05, 2009

Juan

Me duele la muerte. Y la muerte nos ha dolido siempre, a esta generación, (la mía), y a la anterior (la de mis padres, la de Juan y Ana María), porque nos respiraba en la nuca, porque la azuzábamos, porque nos despertaba, porque la leíamos y escuchábamos a diario, porque hubo de llegarnos de Golpe, porque algunos desde aquí, otros desde allá, se la encontraron en plazas, en bares, en la usina, y la imaginaron en los asados, en cada empanada, en el copihue, la cordillera nevada y en el mote con huesillos... Y ayer, cuando salía de la iglesia del lindo barrio aquel, pegadito al cerro dinamitado, donde fue velado mi buen tío Juan y la misa hasta me gustó, caí en cuentas que a esa hora, en ese lunes de sol plastificado, nos iniciábamos todos los de treintaytantos, al borde de la cuarentena (por Dios, que sea sin prohibiciones), en el club del obituario, de los camposantos, gladiolos y claveles. La continuación, para algunos (yo entre ellos) del otrora brazalete fúnebre, la marcha de sur a norte, cruzando el Mapocho marrón, la despedida acongojada de nuestros caídos, siempre bellos, impecables, héroes y mártires, apaleados por la repre, torurados, desaparecidos, muertos en combate, o bajo la sombra siniestra del corvo acerado. Yo no tuve familia que llorar entonces. Al menos no aquella de la misma sangre: ni padre, ni madre, ni hermanos, ni primos, ni tíos, ni abuelos. Después de los abuelos, los que ya no tengo conmigo, se han empezado a morir los más jovenes, los que siguen en la lista. El círculo se va cerrando. Ya empezamos a despedir a las generaciones más cercanas: se nos mueren nuestros padres!!! Y siento miedo.



"...y pónte el calcetín Paloma mía...",
voz en cuello Juanito deuxième, mi primo
de pieza (no cualquiera puede jactarse de haber tenido
un primo de pieza), entona serratiando
los recuerdos Calafquenes, Conquistadores
de sonrisas, y amores incondicionales,
solidaridad hasta en el Cola-Cao,
Juan premier, saboreando el tabaco
que no sabía, alemanote, cuánto debió
costarte entender a esta naturaleza
en caos, lejano de tus matemáticas,
de tu orden y de tus gráficos...
"...y véngase a cocinar el nuevo día..."
mis primitas entonan la pena con alegría,
caminamos, como se camina en los funerales,
estos funerales, los de la gente feliz, dignos,
amigos, familiares y parroquianos, pero nadie
quiere llegar, yo no quiero llegar, " y si falta usted
no habrá milagro", se acerca el arbol,
el abismo que no queremos, los abrazos que
quisiéramos postergar, el amor que queremos prolongar,
la vida que se nos va, un poco, cada vez más,
en el llanto de Anita, en el aplomo vulnerable de mi Juano,
en todos los que hablan, en todos los que, después de esto,
seguimos vivos y amando, pagando la luz, el agua y los colegios de
quienes, espero, nos despidan primero... y te dejamos aquí, Juan Francisco,
cuando tanto quisiéramos que te fueras con nosotros, de regreso a casa.