lunes, enero 31, 2005

El cuidador.


Desde la ventana del baño, estando de pie, se pueden observar los tejados todos iguales de estas casas todas iguales. Más allá, como telón de fondo, como bello mural, los cerros de Pirque pegados al cielo. A cada costado, el zurcido del alumbrado público, en perspectiva hacia el infinito. Es la casa donde duermo hoy. Y no es igual a todas las otras casitas iguales. Por eso puedo disfrutar de este cuadro, refugiado en el segundo piso, desde la sala de baño, estando de pie.También hay buen café, cómodos cuartos, la tecnología necesaria, una interesante biblioteca y pasto que regar. Soy, además, responsable de tres mascotas, con quienes sólo tengo cierto trato cordial, amén de abastecerlos religiosamente y en forma puntual, de la alimentación que requieren.A menudo me visitan mis hijos, y suelen quedarse largas jornadas, encantados con la calidez reinante y los múltiples juegos del computador.Es la casa de un amigo. Me pidió que la cuidara, mientras él y familia se paseaban por la Argentina. Volverán el 16 de febrero, si todo sale bien. Pero he pensado en algo. He decidido quedarme con esta casa. Ya le cambié la numeración. También los nombres a las mascotas. Mañana, junto a mis hijos, pintaremos la fachada de otro color, y cambiaremos las chapas. Les he hecho creer que la casa estaba en ventas y acabo de comprarla. Los vecinos me conocen como el nuevo dueño, aunque no me miran con muy buenos ojos; tal vez sospechen de algo. Lo demás quedará intacto. Esperaré a que lleguen, tal vez de pie, frente a la ventana de la salita de baño, observando el ocaso, la vista puesta hacia Pirque. Cuando lleguen, no dejaré de agradecerles la oportunidad. De seguro sabrán comprenderme. Ellos ya fueron felices muchos años aquí. Ahora es mi turno. ¿No les parece justo?

sábado, enero 22, 2005

Muerte en La Estación


La navaja, bajo el azul del paletó, escondiendo el brillo de la muerte, disimulando junto a la mano firme y decidida, el futuro oscuro y triste de un amor hecho trizas.
La distracción, a media tarde, que provoca la siesta después del polvo final, parecía facilitar las cosas, justo cuando ella ingresó al andén, bostezando sin disimulo su cansancio carnal.
Sin paletó es mejor, cosa que alcance a asustarse, que vea la señal inequívoca de la despedida fatal.
La navaja, como espejo mortal, se entierra con facilidad en la piel con jabón, en esa mañana traicionera de camas alquiladas y traguitos incluídos. La cortina se baja, cayendo la víctima de lado, ofreciendo no sin pudor, el curioso espectáculo de su corazón dividido, de su pecado mortal descubierto.
El tren de la hora acordada echa a andar lentamente su maquinaria cósmica del olvido: el de la navaja no se detiene, ni mira atrás, mientras camina ufano, a devolver el boleto que ya no utilizará.

jueves, enero 13, 2005

...correspondería, entonces, el próximo año entrante, volver a intentarlo: al menos en el empeño empleado, no defraudaremos. Y me importará un bledo si te quejas, o si disfrutas a más no poder con los pleonasmos y con las conjeturas, y con tu hermana que sigue coleccionando estampillas. Qué irrisoria realidad diré, a penas te vea cruzar la calle del campanario, con tu falda diminuta y tu desmedido vaivén. De seguro encenderé un cigarrillo, mientras juro que nunca más, que jamás nunca, que este corazón estará blindado para tí, que ya no me conmueven ni los pelos de tu espalda, ni la navaja fría de tu poesía violenta...

* extracto de "Confesiones", primer borrador de las futuras memorias de Juanito Riverón.

jueves, enero 06, 2005

Dejé la vereda,
deslicé el paso
hacia la arena
brígida de la yapla
aceituna,
litoral de choros:
"El Maltón",
donde vacié
5 piscolas ad-hoc,
reservándome
el guante para
la próxima derrota,
"nací en el 69",
con falta a la verdad, más bien
el 70, después de cristo,
año cerrado por demolición,
o,
por la calor.


Se hacen viajes especiales:
"Para los pasajeros que lleguen atrasados, las micros se van no más".

Anónimo.