miércoles, diciembre 28, 2011

Arde la ciudad

Las aspas del ventilador echan a andar su mecánica del alivio, acompañadas del catarro, el dolor de huesos y el cuerpo encorvado; la mirada sin destino, la espalda helada, el corazón latiendo como marcha fúnebre. Arde Santiago y no perdona cervezas, aguas con o sin gases, bebidas de fantasía, agüitas perras, energéticas, borgoñitas del amor con frutas de estación, ni la guayabera, ni la musculosa, tampoco la condorito, ni la chala más fashion. Santiago arde como Chillán, (o un poco menos) donde dicen que las calles están desiertas mientras dura la canícula. Y qué harán los chillanejos en ese paréntesis climático? Estarán todos resfriados como yo, a merced de ventiladores inicuos? Se pelearán, navaja en mano, por los metros cuadrados de sombra disponibles en la ciudad? Se transará en la bolsa de valores la sombra de los álamos a precios desorbitantes? Estarán llenos de gente las piscinas y piletas, ríos y riachuelos, acequias y canales? Los grifos de la ciudad estarán todos abiertos por niños y niñas mostrando costillas, y canillas al aire, provocando la alarma de nuestros controladores del agua? (y de la luz y del gas y del cobre y...). Será posible pasear por el mercado sin sentir que la vida se nos va?

Santiago en cambio, no cesa y moviliza a cientos de miles de santiaguinos sudorosos, deshidratados, arrastrando los pies de la desazón, ilusionados con aguinaldos que no llegaron, exhaustos arrastrando cajitas navideñas arriba de micros lentas y repletas. Santiaguinos como yo, repitiendo la puta frase "el próximo año sí que sí...", como si la felicidad dependiera del calendario, de un número, de un pálpito estacional, de unos calzones amarillos.

Arde la ciudad, como dos adolescentes en busca de la verdad. Y yo me quedo ardiendo aquí, entre el espanto y la ternura, buscando el agua y la paz en los ojos de mis hijos, en las manos de mi compañera de viaje y su infinito amor.
Arde mi corazón, con la ilusión de un perdón, de un hablemos, de un verdadero nunca más, sin rencores, ni temas pendientes.

Santiago 32°C, las aspas del ventilador han retomado su dinámica del viento, (ahora con mi anatomía sin fiebre ni malestar), y este mortal, esperando el sábado para abrazar sin cesar a los suyos, y a todos quienes quieran estar en este nuevo principio, con la única e imperecedera tarea a cumplir: la vida.