La llamada
Cosas que pasan. Yo metido en mi cazuela de vacuno con ensalada surtida, pan, pebre y - que Dios Baco nos pille confesados - una Coca Cola, sudando las toxinas de la noche anterior, cargada al pisco sour artificial putasqueduelelacabezaalotrodía, cuando el estruendo de mi celular atravesó como una navaja digital la atmósfera oficinista de la taberna de turno, y mi mano ocupada en el pan caliente, torpemente busca el aparato que nos esclaviza, hasta dar con él tras una puteada clásica, y leer tu nombre gracias al caller id, justo cuando la papa caliente es triturada, mandíbulas apretadas, hola amor, cómo estás, quién es, soy yo, el flaco, hooolaa, responde ella, no sabía que este era tu número, me has llamado varias veces, sí, claro, es que te extraño, tengo ganas de verte, yo también, pero estoy arriba de un barquito (y esa expresión me dio mas ternura y no pude evitar engullir una cucharada colmada de repollo y carne), en el mar, vamos hacia una islita cerca de Chiloe, cuándo vuelves, no sé, tomo el avión el 18, pero quiero llegar una semana antes, para poder verte, ojalá, sería lindo, le digo, y transpiro otra vez, será el ají, o el recuerdo de su mano acariciándome la mejilla izquierda, nuestros besos en el corredor, fugaces, un poco clandestinos, hace tan pocos días, pero pareciera una eternidad. Sólo eso, negrita, escuchar tu voz y qué bueno que estés en el sur, qué bonito se debe ver la isla contigo en el paisaje, pienso, pero no digo, el pudor, maldita sea, como siempre, mezquinando amor, que te vaya bien, saludos (a quién?), nos vemos a la vuelta, tal vez, no sé si pueda llegar una semana antes, pero al menos nos veremos un día... Un día, pienso, y mi plato se avinagra, la ensalada se vuelve mustia, se derrama la bebida, el pebre ahora me parece aguado, y la carne una pena, una tristeza, como una despedida en un aeropuerto, como un viaje fallido, como tu voz apesadumbrada diciéndome desde la cubierta del barquita chilote, que sólo será un día, a penas.